Thursday, January 30, 2014

El Punto del No Retorno

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"Pero el Señor endureció el corazón del faraón y, tal como el Señor se lo había advertido a Moisés, no quiso el faraón saber nada de Moisés ni de Aarón" —Éxodo 9:12 NVI.

¿Deja Dios alguna vez de buscar alcanzarnos? Hay casos registrados en las Escrituras sobre personas que alcanzan el "punto del no retorno", cuando no pueden responder al llamado de Dios aunque quisieran. Ese es el caso en Éxodo 9.

Dios había mostrado Su poder a Egipto a través de las seis plagas, y a pesar de las promesas sin fin y de las exhortaciones de sus consejeros, el faraón se ha negado a permitir que los hijos de Israel dejaran el país. Sin embargo, después de las seis plagas, cambia el tono y las Escrituras dicen, no que faraón era duro y obstinado para responder a los actos de Dios, sino que DIOS lo hizo duro y obstinado para que no respondiera.

El momento llegó cuando habían cosas más grandes que considerar que un derecho individual a negarse y tener después una nueva oportunidad.

"El Señor le dijo a Moisés: 'Ve a hablar con el faraón. En realidad, soy yo quien ha endurecido su corazón y el de sus funcionarios, para realizar entre ellos mis señales milagrosas. Lo hice para que puedas contarles a tus hijos y a tus nietos la dureza con que traté a los egipcios, y las señales que realicé entre ellos. Así sabrán que yo soy el Señor'" (Éxodo 10:1-2).

Moisés no sabía que el faraón había alcanzado el punto "del no retorno", hasta que Dios se lo dijo. Sin embargo, aún cuando él sabía que el faraón no se iba a liberar de los designios de Dios, Moisés continuó pidiéndole al faraón que dejara ir a Su pueblo.

Aquí hay una lección que aprender. No sabemos (a menos que Dios escoja decirnoslo) cuándo el punto del no retorno llega. En vez de especular, y en vez de rendirnos en nuestra lucha por alguien, debemos continuar trabajando por esa persona. Si él o ella no responden, no es asunto nuestro. Está en manos de Dios. Él aún tiene un plan que realizar en esa persona, sin importar si responde o no, tal como hizo en el caso del faraón.

Thursday, January 23, 2014

Cumpliendo Las Promesas

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"...mientras haya vida en mí y aliento divino en mi nariz, mis labios no pronunciarán maldad alguna, ni mi lengua proferirá mentiras" —Job 27:3, 4 NVI.

Job protesta: "Jamas podré admitir que ustedes tengan la razón; mientras viva, insistiré en mi integridad. Insistiré en mi inocencia; no cederé. Mientras viva, no me remorderá la conciencia" (Job 27:5, 6).

¡Ten cuidado, Job!

Las Escrituras nos enseñan: "Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto" (Mateo 5:48). Esta declaración aparece justo en medio de una larga discusión sobre temas como: ser la sal y la luz, cumplir la ley, el divorcio, amar a tus enemigos, orar, ser generosos y la confianza en Dios. ¿Específico? O sí. ¿Conciso? Son sólo nueve palabras. ¿Medible? Eso también. ¿Posible? No de este lado del cielo.

La dificultad de ser perfecto no significa que no ponemos nuestros ojos en ello, comprometemos nuestro corazón en ello, y dedicamos nuestras vidas a buscar serlo. Lo que también significa, es que debemos aceptar el hecho de que no hemos alcanzado aún la perfección.

Nuestro primer paso es hacer la promesa. El segundo es reconocer la dificultad de cumplir la promesa. El tercero es arrojarnos a los pies del Único capaz de cumplir la promesa.

Yo quiero, con todo mi corazón, ser capaz de hacer eco de las palabras de Job. El habla como si estuviese mirando una página en blanco en un cuaderno. Él habla desde el punto del perdón. Sin embargo, todo nuevo comienzo tiene que reconocer que había un pasado cuando el cuaderno estaba sucio, lleno de manchas, antes de que el perdón fuese buscado y dado. Un nuevo comienzo admite que la realidad de un aquí y ahora imperfecto significa más manchas en el cuaderno en el futuro y más perdón por pedir. Un nuevo comienzo sabe con certeza, que la meta de la perfección es también la meta de Dios y que en otra realidad, en la eternidad, el cuaderno permanecerá por siempre de un blanco inmaculado.


Thursday, January 16, 2014

El Principio de Dar

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"Si acaso se preguntan: '¿Qué comeremos en el séptimo año, si no plantamos ni cosechamos nuestros productos?'" —Levítico 25:20.

Cada siete años, el pueblo de Israel debía "diezmar" su tierra dejándola sin cultivar. Cualquier granjero sabe que es de gran valor dejar descansar la tierra por un período de tiempo. La tierra es un recurso "autorenovable". Al dejarla sola, se revitaliza y produce aún más abundantemente. Pero esta ofrenda de la tierra a Dios no era sólo buena agricultura, era también un recorditorio del mandamiento de Dios de reservar un día para el descanso. Era también una prueba de fe.

La tierra, y lo que producía, era vital para la supervivencia, así que la pregunta hecha en Levítico 25:20 era razonable. El pueblo de Dios la cuidaba dos años antes de que pudiera comer de lo que produjera su tierra. ¿Qué debían hacer mientras tanto?

"...les enviaré una bendición tan grande que la tierra producirá como para tres años. Cuando ustedes siembren durante el octavo año, todavía estarían comiendo de la cosecha anterior, y continuarán comiendo de ella hasta la cosecha del año siguiente" (Levítico 25:21, 22). Básicamente, Dios está prometiendo, que si son fieles a Él, Él será fiel a ellos.

Podemos aplicar este principio a nuestro propio diezmo. Si le damos a Dios el 10% que es Suyo por derecho, el resto de nuestras necesidades aún estarán cubiertas. No tendremos los bolsillos vacíos. Si damos un diezmo de nuestro tiempo para pasar tiempo con Él, el resto será suficiente para todos los demás trabajos que tengamos que hacer. Esto también aplica en términos del "descanso del sábado", o dejarnos renovar cada semana para poder ser más productivos. Dar a otros trabajos bajo el mismo principio.

Estos recursos que yo aparto para los pobres, no resultará en que nos sea negado a mí o a mi familia le que necesitatmos.

Es un principio de buena agricultura. Es una forma de practicar el principio del "descanso del sábado". Es un ejercicio de fe. Y no estaremos decepcionados de los resultados.


Thursday, January 9, 2014

El Que Da y Quita

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"Le di mi bendición — y bendecido quedará" (Génesis 27:33)

Dar y quitar...era lo que Esaú, hijo mayor de Isaac quería que su padre hiciera cuando descubrió que, por error, Isaac le había dado a Jacob la bendición destinada al hijo meyor.

Hoy en día prodigamos "bendiciones", a veces sin decirlo en serio. Pero en la cultura del Oriente medio en el tiempo bíblico, las bendiciones tenían un gran peso.

La bendición de Isaac era tan válida e inquebrantable como un testamento. Él estaba declarando lo que él pensó era tan válido como un testamento en el lecho de muerte. En la cultura oriental, este testamento era considerado vinculante. No había tal cosa como cambiar el testamento, o añadirle un apéndice alterando el original. En los tiempos bíblicos, una bendición dada era una bendición cumplida.

Isaac no tomó a la ligera lo que había dicho, aunque se lo había dicho a la persona equivocada. Él podría haber deseado retractarse, ya que Esaú era su hijo favorito. La verdad era, que no importaba quién había sido bendecido en la familia de Isaac, esa bendición no tenía mérito alguno, ya que ni Esaú ni Jacob le daban valor a las cosas que Dios consideraba importantes.

La gracia es el inmerecido favor de Dios. Es la bendición que Dios da, de la cual no se retracta, aunque no la merezcamos, y aún cuando la tomemos con motivos turbios. Igual que Jacob, necesitamos tiempo, y una vida llena de experiencias, para entender verdaderamente, apropriadamente, y apreciar la gracia de Dios como es debido. Dios toma sus bendiciones muy en serio. Una vez dadas, están cumplidas. Si Él nos promete gracia, gracia es lo que recibimos, incondicionalmente y sin limites.

Recibir la bendicion de su padre puso a Jacob en un sendero que lo llevó a su propio encuentro con Dios (Génesis 32:22-32). Recibir la gracia de Dios nos lleva a la intimidad con Dios, y como en el encuentro de Jacob con Dios, el resultado es un cambio radical.



Thursday, January 2, 2014

¿Realmente?

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"La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, asi que le preguntó a la mujer: ¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardin?" (Génesis 3:1).

"¡Te lo he dicho diez veces, y esta vez es en serio REALMENTE!" Desde la infancia, acostumbramos a presionar los limites para ver hasta dónde podemos llegar antes de que "realmente lo digo en serio" se convierta en realidad.

Las instrucciones de Dios fueron claras sobre las consecuencias de la desobediencia. Adán y Eva no debían comer de un árbol específico. ¿Debían tomar a Dios por Su palabra, o ponerlo a prueba para ver se Él "realmente" quería decir lo que había dicho?

Eva sabía lo que Dios había dicho. Ella se lo explicó a Satanás "maquillándolo" a su manera. Satanás plantó la duda de donde surgío la desobediencia. Seguramente Dios no lo quiso decir "realmente" ¿cierto? En primer lugar, si Dios "realmente" hubiera querido decir que no debían comer del árbol, no hubiera puesto el árbol ahí, ¿verdad? Seguramente Él no hubiera insistido en un castigo tan rígido por un crimen que de hecho Él invitó a que cometieran al poner la tentación en su camino. Él no lo pudo haber querido decir "realmente", ¿o sí?

Santiago dice que Dios no tienta a nadie (Santiago 1:13). La tentación viene de adentro, de nuestros propios deseos. Dios siempre nos lleva a hacer lo correcto. Sus pruebas son para perfeccionarnos, para llevarnos a hacer lo correcto and crecer espiritualmente. Las tentaciones hacen lo opuesto. Si fallamos la prueba y caemos en la tentación, Dios, fiel a Sí mismo, cumple Sus promesas. Él "realmente" lo quiere decir cuando dice que nuestros pecados tienen consecuencias.

Nosotros continuamente nos copiamos de Eva. "¿Dios Dios realmente...?" "Bueno, sí lo dijo", respondemos, "pero Él no quiso decir realmente que ....". Y cuando sufrimos por nuestra desobediencia, entonces nos preguntamos por qué nuestros actos tienen consecuencias tan drásticas.

Y Dios dice: "Yo REALMENTE lo quise decir".