Thursday, October 31, 2013

El Gozo Máximo

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"Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo" —Lucas 10:20.

Sólo por si acaso nos sentimos tentados a dar mayor importancia, o mayor placer, a las obras que hacemos por Cristo en vez de la obra que Él ya hizo por nosotros, nuestro Señor nos deliza esta joyita de información y reproche.

Los discípulos acaban de regresar de un impresionante viaje misionero. Habían visto resultados increibles, inclyuendo la expulsión de demonios a su mandato. ¡Estaban emocionados!

Y el Señor estaba conplacido: tan compacido que confirmó de nuevo que continuarían viendo ocurrir cosas milagrosas mientras realizaban su misión para el Reino (Lucas 10:19).

Entonces, ¿por qué es lanzado ese balde de agua fría sobre el fuego crepitante del entusiasmo misionero?

No importa cuánto Dios nos bendiga, nunca, jamás, debemos olvidar que ninguno de nuestros supuestos éxitos en la vida es lo que realmente important en la eternidad, no, ni siquiera un ministero exitoso. La cruz, y lo que Cristo hizo allí por nosotros debe permanecer siempre en el centro, el punto crucial de todo lo que somos y hacemos.

La naturaleza humana nos lleva a pensar en nosotros mismos. La cruz nos lleva recordar que la salvación fue toda de Él y nada de nosotros.

Sin duda, Jesús celebró el éxito de Sus discípulos viendo como aprendían a alcanzar a su mundo con el Evangelio. Pero no quería que olvidaran la importancia del mensaje en medio de la algarabía y el entusiasmo que sentían por su éxito como mensajeros.

También quería que jamás olvidaran, que cuando se trata de la cruz, el suelo es llano para todos. Todos llegamos a la fe por la misma razón: porque somos pecadores; y disfrutamos los mismos resultados: perdón y vida eterna con Él en gloria.


Thursday, October 17, 2013

Una Familia Dividida

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"No crean que he venido a traer paz a la tierra...Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre...los enemigos de cada cual serán los de su propia familia. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará" —Mateo 10:34-39 NVI.

¿Odiar a mis padres? ¿Odiar a mis hijos? ¡De ningún modo! ¿En qué estaba pensando Cristo?

Uno de los principios importantes de la interpretación bíblica es la atención al contexto. Sacar versículos de su contexto, o de lo que los rodea, es una práctica peligrosa que frecuentamente lleva a la mala interpretación, como sucede en estos versículos de Mateo.

Lea Mateo 9:35 a 10:42. ¿Cuál es el contexto? Jesús está hablando a sus discipulos sobre su futuro como ministradores del Evangelio. Él está improniendo en ellos la urgencia de la tarea y dándoles instrucciones de cómo llevarla a cabo; les está advirtiendo sobre las consecuencias de llevar a cabo su compromiso en un mundo hostil.

No siempre serán bien recibidos. Habrá persecuciones y parte de la presión vendrá de sus propias familias. Jesús conocía la realidad de esa presión. Su propia madre y hermanos vinieron a alejarlo del ministerio creyendo que Él se había vuelto un fanático y necesitaba un descanso mental.

En este punto, aquellos llamados a ministrar en el nombre de Cristo deberán tomar una decisión: rendirse a la presión: sea que venga de dentro o fuera de la familia, o seguir a Cristo cualesquiera que sean las consecuencias.

La pregunta se convierte en: "¿A quién amas más: a tu familia o a Cristo?" Cuando la presión de la familia se hizo más fuerte, Cristo escogió seguir a Su Padre celestial. En este pasaje Él les dice a Sus seguidores que deben tomar la misma decisión: seguir a Cristo aunque parezca que están siendo poco amorosos hacia sus madres, padres, hermanos o hermanas. Hacer cualquier otra cosa es negar a Cristo.


Thursday, October 10, 2013

Comencemos a Reconstruir

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"Por eso les dije: —Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstuyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros! Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: —¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra" —Nehemías 2:17, 18a.

Después de que le huracán Karina rugió a través de Nueva Orleans, destruyendo tanto de esa vieja gran cuidad. muchas personas regresaron a reconstruir. Estaban decididos a no ser vencidos por el clima. Otros simplemente se quedaron donde había sido transplantados, o movidos a sitios más seguros.

La vida es como Nueva Orleans. Con frecuencia somos maltratados por tormentas; a veces hasta el punto de que mucho de lo que somos es destruido por su furia. Entonces tenemos que tomar una decisión: regresar y recontruir, o simplemente seguir adelante y dejar atrás la devastación.

Para Nehemías, la reconstrucción era la única opción. Cuando se dio cuenta de que Jerusalén estaba en ruinas, no pudo simplemente ignorar el problema. Dios había puesto esa carga en su corazón, hacer la diferencia en Jerusalén. Tenía que hacer algo, pero Nehemías no era uno de esos que se lanzaba a hacer algo sin antes dar un paso atrás y pedir a Dios Su bendición. Como él tomó tiempo para esperar al Señor, los corazones del rey y la reina fueron preparados divinamente. Le dieron permiso para ir, y le suministraron lo que necesitaba para el viaje y para la reconstrucción.

Cuando llegó a Jerusalén, no se lanzó de inmediato a la reconstrucción. Primero inspeccionó el proyecto y oró. Cuando presentó el reto al pueblo de la cuidad, lo recobieron con ánimo y entusiasmo. El Señor le dio el éxito y el pueblo comenzó a reconstruir con entusiasmo.

En medio de cualquiera que sea la devastación presente en nuestras vidas, podemos "convertirnos en un Nehemías". Podemos detenernos, orar, y después proceder como Dios nos dirija, sabiendo que, cualquiera que sea el proyecto sobre el cual Él haya puesto Su sello de aprobabcón, será realizado con éxito y bendición.