Thursday, June 6, 2013

El Factor "¡Ay!"

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"Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del ser" (Proverbios 20:30 NVI)

En las raras ocasiones en que mis padres tenían que castigarnos, mi padre sacaba un pedazo de correa de una vieja máquina de granja. ¡Ay! ¡Cómo dolía!

No tengo objeciones contra el castigo físico dentro de límites razonables. Las Escrituras enseñan sobre la necesidad de disciplinar fisicamente a un niño para que aprenda lo que es bueno y lo que es malo y las consecuencias de hacer lo malo. Mis padres nunca fueron abusivos, y yo estoy agradecida porque nos amaron lo suficiente para corregirnos de una manera que no lo olvidarémos. Aprendíamos rápido: la "correa" fue necesaria pocas veces, y en esos momentos sólo se usó como último recurso.

Salomón no habla de golpear a los niños. Él habla de los golpes, heridas, y palizas que Dios permite en cada una de nuestras vidas. Con frecuencia agitamos nuestros nudillos magullados frente a la cara de Dios y pedimos que se detenga. Él no puede, y no lo hará. Él entiende, aunque nosotros no, que la disciplina produce un producto más fino.

No se puede ser un concertista de piano sin la disciplina de la práctica. Una bailarina tiene que aprender a pararse sobre la punta de los dedos de sus pies, una proeza dolorosa de lograr. Las uvas no producen vino a menos quer sean trituradas. No se puede construir una casa hasta que se haya cortado el árbol.

Salomón escribió estas palabras para apartarnos de un mal mayor, Dios nos corrige cuando cometemos una ofensa menor, y antes de que pasemos a una más grande. Para Dios todos los pecados son iguales, pero no todos los pecados acarrean iguales consecuencias. Para evitarnos un mayor sufrimiento, Dios nos enlista en la escuela del sufrimiento menor. Como mi padre terrenal, Él sólo desea lo mejor para mí, aunque tenga que actuar como si no le importara para nada.

El factor "¡Ay!" de la vida es una parte vital para hacernos volver a ser cada día, y todos los días, más parecidas a Él.